Investigación: cuanto más nos relacionamos con otras personas, más intolerantes son

imagen

Desde que el telégrafo fue construido en el siglo XIX, la gente creía que los avances en la tecnología de la comunicación contribuirían a la armonía social. Cuanto más aprendiéramos unos de otros, más reconoceríamos que éramos uno. En un artículo sobre la colocación de cables transatlánticos de Western Union en un artículo de 1899, un columnista del New York Times expresó el conocido pensamiento: "Nada contribuye al entendimiento mutuo y los intereses comunes como comunicaciones baratas, rápidas y convenientes".

La creación de radio, teléfono y televisión en el siglo XX solo reforzó esta idea. Destruyendo fronteras y borrando diferencias, unieron el planeta. El famoso ingeniero de radio italiano y ganador del Premio Nobel de física, Guglielmo Marconi, dijo en 1912 que la invención de la radio "haría imposible la guerra, porque la haría ridícula". El ingeniero jefe de AT&T, John Carty, predijo en una entrevista de 1923 que el sistema telefónico "uniría a todas las naciones de la tierra en una fraternidad".

En su libro de 1962, The Gutenberg Galaxy, el teórico de los medios Marshall McLuhan acuñó el término memorable aldea global, describiendo una nueva interdependencia electrónica en el mundo. La mayoría de la gente tomó esta frase con optimismo como una profecía del inevitable progreso social. ¿Qué, después de todo, podría ser mejor que un pueblo?

Si nuestra suposición de que la comunicación une a las personas sería cierta, entonces hoy deberíamos haber observado la paz, el amor y la comprensión universales. Gracias a Internet y las redes celulares, la humanidad está más conectada que nunca. La ONU informa que de 7 mil millones de personas en todo el mundo, 6 mil millones tienen acceso a un teléfono móvil. Casi 2 mil millones de personas usan Facebook, más de mil millones cargan y descargan videos en YouTube, y más de mil millones se comunican a través de mensajeros instantáneos como WhatsApp y WeChat. Con un teléfono inteligente en la mano, todos se convierten en un centro de medios, transmitiendo y recibiendo información continuamente.

Pero vivimos en una época caprichosa, determinada no por acuerdos, sino por conflictos. La xenofobia está creciendo, las brechas políticas y sociales se están expandiendo. Durante muchos años, los estudios psicológicos y sociológicos han arrojado dudas sobre la idea de que la comunicación disuelve las diferencias. Los estudios demuestran que lo contrario es cierto: el libre acceso a la información hace que las diferencias personales y culturales sean más visibles, colocando a las personas una contra la otra, en lugar de combinarlas.

En una serie de experimentos publicados en el Journal of Personality and Social Psychology en 2007, el psicólogo de Harvard Michael Norton y dos de sus colegas descubrieron que, contrariamente a nuestros instintos, cuanto más aprendemos sobre otra persona, más nos desagrada. . "Aunque la gente cree que el conocimiento lleva a favor, más conocimiento en realidad conduce a menos simpatía", escriben los investigadores.

Peor aún, encontraron evidencia de la teoría de que a medida que aprendemos más sobre los demás, nos centramos más en las diferencias entre nosotros, en lugar de las similitudes. Esta tendencia a enfatizar las diferencias aumenta con la acumulación de información.

Un estudio anterior publicado en 1976 reveló una imagen similar en las comunidades. Tres profesores de la Universidad de California, San Diego, estudiaron el condominio cerca de Los Ángeles, revelando la relación entre vecinos. Descubrieron que a medida que las personas viven más cerca, la probabilidad de que se hagan amigos aumenta, pero la probabilidad de que estén en desacuerdo aumenta aún más. Los científicos han descubierto que cuanto más nos acercamos a los demás, más difícil es evitar hábitos cada vez más molestos.

Este efecto se mejora en un mundo virtual donde todos están a la vista. Las redes sociales y los mensajeros instantáneos contribuyen a la auto-divulgación constante. Un estudio mostró que las personas publican cuatro veces más información sobre sí mismas que cuando hablan con su interlocutor cara a cara.

El exceso de información personal puede crear un sentimiento opresivo de "exceso digital", sobre el cual los científicos británicos escribieron en 2011. Puede provocar estrés y provocar reacciones antisociales. Los investigadores concluyeron que con el advenimiento de las redes sociales, eventualmente aprenderemos más sobre las personas, lo que es más probable que nos lleve a no gustarles.

Además de la misantropía, las redes sociales pueden revelar los lados más oscuros de la persona humana. En un artículo de 2014, tres psicólogos canadienses informaron sobre estudios que encontraron que las personas con tendencias sádicas generalmente se encontraban entre los comentaristas más activos en los foros en línea. Resultó que los "trolls" se complacen en causar dolor psicológico a los demás, así como a las personas con otras inclinaciones sádicas. Y aunque no está claro si Internet genera crueldad, o simplemente la alienta, los resultados del trabajo cayeron en la hucha de evidencia que vincula el uso excesivo de la tecnología con la antisocialidad.

A pesar de su retórica utópica ocasional, Marshall McLuhan no se hizo ilusiones sobre la vida en una aldea global. Los veía como relaciones inherentemente tribales con pronunciada incredulidad, propensas a la crueldad y la violencia. "Cuando las personas se acercan entre sí, se vuelven más salvajes e impacientes", dijo en una entrevista televisiva en 1977. "La aldea global es un lugar de interacciones muy complejas y situaciones agudas".

Sin embargo, el deseo de ver un medio de problemas sociales en las tecnologías de la comunicación es cada vez más generalizado y significativo. A principios de 2017, el fundador de la red social Facebook Mark Zuckerberg escribió una carta pública en la que expresó serias ambiciones. Anunció que Facebook está expandiendo su misión de conectar amigos y familias para crear una comunidad global que funcione para todos. El objetivo final es convertir una red social ya enorme en una especie de "estado" supranacional, que abarca varias culturas, naciones y regiones.

A pesar de la amplia publicidad que ha recibido la reciente lucha de Facebook para controlar el discurso de odio, la violencia y las noticias falsas, Zuckerberg está más seguro que nunca de que se puede crear una "comunidad global" con el software.

El elemento central de su nuevo proyecto es una "infraestructura social" computarizada que utilizará las capacidades de la inteligencia artificial para administrar los flujos de información de tal manera que todos estén satisfechos. El sistema promoverá la expresión universal y al mismo tiempo protegerá a las personas del contenido inapropiado.

Sin embargo, los investigadores creen que estos grandiosos planes van más allá de la naturaleza humana. El progreso hacia un mundo más amigable requiere no solo magia tecnológica, sino también medidas concretas, minuciosas y generalmente humanas: negociaciones y compromisos, énfasis en la ciudadanía y debate razonado de los ciudadanos, capaces de evaluar perspectivas opuestas. A nivel personal, es posible que necesitemos menos autoexpresión y más introspección.

La tecnología es un amplificador que funciona simultáneamente con las mejores y peores características de una persona. Pero él no puede mejorarnos, no podemos poner este trabajo en las máquinas.

Source: https://habr.com/ru/post/es403433/


All Articles